LA HIPERINFLACIÓN ALEMANA

La Hiperinflación alemana
El Tratado de Versalles de 1919 al finalizar la Primera Guerra Mundial, no solucionó los problemas económicos europeos, sino que los agravó. Cada país buscó sus intereses en el tratado, pero la inflexibilidad de EE. UU. con las deudas de sus aliados generadas por la guerra, derivaron en que, para compensarlas, éstos exigiesen numerosas indemnizaciones, tanto monetarias como territoriales o en especie, a Alemania. El nuevo e inestable gobierno de la República de Weimar no podía hacer frente a aquellos pagos tras la guerra y la situación se volvió muy tensa en 1923 cuando los aliados ocuparon el Rhur porque Alemania no cumplía los pagos, hundiéndola definitivamente.
Así, Alemania debido a la imposibilidad de pagar la deuda por otros medios se recurrió a emitir moneda, lo cual generó una situación continuada de subida de precios que se conoció como la Hiperinflación. Ese aumento exigía un aumento de los salarios que incrementaba los costes de las empresas generando un nuevo aumento de precios. También disminuía el ahorro aumentando la demanda monetaria, encareciendo los precios aún más y disminuía los ingresos públicos por lo que no se solucionaba el déficit. Por otro lado, la balanza de pagos también era deficitaria, lo cual depreció la moneda con tres consecuencias: el precio de las importaciones aumentó lo que contribuyó a la hiperinflación, aumentó la demanda de productos alemanes en el extranjero, pero ello sólo consiguió encarecerlos para los propios ciudadanos; y por último provocó una exportación de capitales que contribuyó al déficit de la balanza de pagos.
Debido a la desastrosa situación a la que llegó el país, se intentó llegar a un acuerdo internacional. La moneda se sustituyó por otro marco nuevo con mayor valor, se acordaron nuevas indemnizaciones y Alemania entró en el nuevo sistema de patrón oro. En 1924 se lanzó el Plan Dawes que consistió en un préstamo internacional que introdujo capital en el país alemán para reconstruir su economía. El problema derivó en que ésta debía mantener los tipos de interés altos para atraer a inversores privados, pero a partir de 1928 a los estadounidenses les pareció menos rentable por el alza de las acciones de Wall Street, lo cual provocó una recesión previa al crac de 1929.

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